LA VIDA ES UN LUGAR HERMOSO QUE HABITAR

La vida es un lugar hermoso que habitar. Claro que probablemente me digáis que eso depende, depende de las circunstancias, de lo que tenemos, de los objetos (materiales o no) que atesoramos… Pero si nos sentamos a solas con nosotros mismos, siendo honestos con nuestros sentimientos, no quedará más remedio que admitir que, realmente, hay muy pocas cosas que necesitamos para ser felices. De hecho, no necesitamos nada. Hace tiempo escribí sobre que la felicidad es una elección. Cuando elijo ser feliz, ya lo soy. Suena simple. Pero es que la vida es sencilla.
¿Por qué entonces tenemos la experiencia de la complejidad? ¿Por qué sentimos que la alegría es el final de un proceso arduo de duro trabajo? ¿Por qué la sensación de que esos instantes de felicidad no son más que oasis en medio de una inmensa estepa de insatisfacción generalizada?
La respuesta es bastante más simple que la pregunta: Porque vivir, lo que se dice vivir, vivimos pocas veces, esos oasis de felicidad son en realidad los pocos momentos de existencia que nos concedemos, ni más ni menos.
¿Y qué es lo que hago entonces? Pues habitualmente confundimos la experiencia de la vida con pensar la vida. Quizá quede más claro con un ejemplo: Estoy en el trabajo, pero pensando en lo hermoso que sería caminar por las sendas cargadas de hojas caducas, disfrutando los matices mostaza del otoño. Termino de trabajar, cojo el coche y me voy el sábado a disfrutar de ese idílico paseo, pensando en que esa noche voy a ir a cenar con los amigos y lo bien que lo pasaremos, para cenar con ellos y pensar en lo a gusto que estaría si esa chica morena que me mira desde el otro lado de la barra estuviera a dos centímetros escasos de mí…y así, sucesivamente.

(Imagen de: elinteriorsecreto.blogspot.com)

¿Cuál es el problema? El problema es que todo esto forma parte de la mente y la mente trabaja con conceptos, significados y símbolos. Y peor aún, también trabaja con categorías. Para eso evolucionó, para poder adaptarse a las situaciones sin tener que aprender cada día. Esta categorización, que es una herramienta maravillosa, me ayuda a situarme en un mapa, a establecer hipótesis acerca de la vida, incluso me ayuda a decidir el mapa que compartimos y eso es genial. Pero una cosas es ver un mapa de Trafalgar Square y otra cosa muy distinta es estar allí, plantado en Londres, comprobando si mis hipótesis son o no son ciertas. Y claro, sobre el hecho de estar, la mente, al menos la mente racional, no tiene absolutamente nada que decir.
Entre oras cosas, porque puedo imaginarme cómo es Trafalgar Square por las imágenes, los vídeos, las películas, pero  ¿esa es la verdadera plaza? En absoluto, esa es la idea prototípica de la plaza, pero no tengo ni idea de la experiencia de estar allí, de pie, escuchando el murmullo incesante de una lengua que desconozco, el tránsito de la gente, la interculturalidad. Porque la experiencia hay que corporizarla y cuando me planto en Londres, descubro que mi experiencia, mi interacción subjetiva con esa plaza, en ese instante, no tiene que ver en nada con la información de la guía de viajes y en cualquier caso, es mi experiencia, la que es, no sé si mejor o peor de lo que imaginé, pero esa experiencia, es un instante de auténtica vida, precioso, íntimo, personal e intransferible y no me queda más remedio que aceptar que la vida es un lugar hermoso que habitar.
No puedo relacionarme desde los prototipos porque son construcciones mentales internas, fruto de una abstracción, necesaria, pero a todas luces, insuficiente. Decididamente, los prototipos no existen en la vida real. Yo, al menos, no he visto corretear a ningún número pi jugando al pilla-pilla con la raíz cuadrada de dos. Y si algún día los veo, tenéis mi permiso para ingresarme en la unidad de salud mental más cercana.
La ecuación que solemos usar para medir la felicidad está escrita en términos de sustracción: Aún no tengo X y por lo tanto me falta Y para llegar a ser feliz. Pero la vida, la auténtica, se construye y digo construir con toda la intención del mundo, desde la adición: Esta experiencia se suma a lo que ya soy.
Y ojo, no hablo de conformismo. Precisamente el conformismo nace de vivir permanentemente en unos prototipos sociales de supuesta felicidad, obviando mis emociones. Conformismo es decir: “Con esto debería ser feliz”, porque los condicionamientos, y las presiones externas me dicen que conducir un deportivo al lado de una modelo de revista que me mira con ojos golosones, es el culmen de la felicidad pero… ¿lo soy? Pues puede que no. Pero el conformismo me dice cómo me debería sentir o que espere sentado haciendo lo mismo una y otra vez hasta que por arte de magia aparezca ese estado de bienaventuranza que algunos experimentan cuando tienen lo que creo que se debe tener en esta vida. Pero la felicidad, amigos y amigas, es una experiencia interna que se basa en el momento presente, una decisión que se toma constantemente, en la consciencia de ese instante.
Os invito a aparcar vuestra mente en un precioso “stand by”, concentrar vuestra atención en ese sentimiento que palpita al fondo del corazón, en esa luz que irradia desde el centro exacto del ser. Acepta lo que ves, sin juzgar. Admira lo que ves, sin más. Porque eso, precisamente eso, es la verdadera esencia de lo que eres. La verdadera esencia de tu vida. Y entonces, no queda más remedio que aceptar que la vida es un lugar hermoso que habitar, siempre. Y que le den a las categorías autoimpuestas…

Feliz y descategorizada semana a tod@s

EDU


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